Yo tenía un pequeño canario, de grácil movimiento y fino cantar, amarillo como el sol y alegre como las olas. Lo quería con locura, nada había que le faltase. Su jaula era la más limpia, brillaba hasta con la luna. Le ofrecía siempre los más ricos manjares, y jamás permitía que su agua se enturbiase. Él me lo agradecía con un trino sublime, embriagando mis oídos al despertar y en cualquier hora.
Era feliz y me hacía feliz, ¿qué más se puede pedir?
Pero hace unos días todo cambió; mi confianza me llevó al despiste y la portezuela de la jaula olvidé de cerrar...
Y voló.
Me puso tan triste, que incluso le deseé lo peor.
3 comentarios:
¡¡Qué bueno que voló hacia la libertad!!
Saludos.
Quizás la libertad era lo mejor para ambos.
Un abrazo.
Alicia
Mi amigo. El Amor verdadero, el puro, jamás debemos convertirlo en jaula. Porque "la jaula, aunque sea de oro, sigue siendo jaula"... Y un ave está destinada a cumplir su destino: Volar en Libertad.
Besos fraternos.
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