Hoy ya somos 17... quizás mañana cientos, igual que ese pueblo indígena que habita silencioso los surcos del tiempo y la memoria.
Por eso te invitamos a compartir sueños, utopías, esperanzas, canciones, juegos, llanto, risa.
Recibimos tu paz, te entregamos nuestras alegrías.
Te damos la bienvenida, acompáñanos, iniciemos nuestro Trueque Muisca.

Luz en la Vida de Todos
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domingo, noviembre 30

Obnubilación

Las enigmáticas palabras del maestro quedaron impresas en la mente del discípulo como los arcanos símbolos milenarios sobre la piedra caliza que recibía a los extranjeros a la entrada del templo, y se instalaron durante tiempo indefinido en ese oscuro e impenetrable hueco que la memoria tiene reservado sólo para las grandes verdades que merecen la pena ser recordadas hasta el fin de los días: “Se le llama invisible porque no se le puede ver; imperceptible porque no se le puede oír; impalpable porque no se le puede atrapar. Estos tres son ininvestigables, por eso se confunden en uno sólo. Quien le ha conocido se calla. Quien habla no le ha conocido.” Semejante galimatías se repetía una y otra vez de forma incansable cual tambores de guerra anunciando el inicio de lo inevitable, en el interior de la inexperta cabeza del discípulo mientras trataba de alcanzar, con las piernas cruzadas en la posición sagrada del loto, ese estado de total claridad contrario a aquel otro de obnubilación que en aquellos momentos dominaba su espíritu. De todos los koans propuestos por su maestro hasta el momento, aquel resultaba sin duda el más extraño y desafiante, y el discípulo intuía que su resolución le podría abrir caminos secretos que le conducirían a parajes inhóspitos e inimaginables para su ignorante mente de principiante.
Pero la paciencia y la tenacidad siempre tienen su recompensa, y en esta ocasión quiso el caprichoso destino que ésta no se alargase en el tiempo, como era su costumbre, premiando al obstinado discípulo con un pensamiento iluminador que como un rayo atravesó su córtex cerebral inundándolo todo, al igual que las aguas hacían con los arrozales en épocas de abundancia.
“Cualquiera podría reconocer el olor de la rosa florecida –pensó–, pero quién de entre todos sería capaz de describirlo con palabras. También la visión del vuelo del sereno gavilán sobre la bóveda celeste me transporta a un paraíso de paz y, sin embargo, me siento incapaz de explicarlo a mis semejantes en el lenguaje conocido. Lo mismo ocurre cuando la esfera lunar se sumerge en las remansadas aguas del lago durante las noches estivales, dejándonos el alma tan transparente y vacía como la parte más valiosa del cántaro de barro; cuántos podrían decir entonces lo que sus corazones les transmiten sin faltar a la fidelidad. De la misma forma, conozco el sedante sonido del fluir del agua sobre la roca pulida que tanto calma mi ánimo cuando la oscuridad se cierne sobre él, y no por ello me atrevería a traducirlo al idioma de la tinta. Tampoco debe de existir nadie diestro en los símbolos gráficos apto para narrar los sentimientos que afloran durante un paseo por el frondoso bosque henchido de diferentes cantos de aves multicolores. Y qué decir de las mágicas melodías remotas que los juglares hacen brotar misteriosamente de sus cañas agujereadas; imposible relatar cómo nos hace vibrar hasta el último de los vellos que nacen en nuestra piel.
El maestro tiene razón, como no podía ser de otra manera, quien le ha conocido se calla; quien habla no le ha conocido.”
Y así el espíritu del joven discípulo mudó de la obnubilación a una tenue claridad que sólo comenzaba a asomar tímidamente cual amanecer el primer día de primavera, y que con el transcurrir del tiempo terminaría alumbrándolo como el sol en su cenit, dejando atrás para siempre la noche eterna que reina en el corazón de la gran mayoría de los mortales.

sábado, noviembre 29

una carta a mi alma

vuela mi alma
ahora que tienes alas
siente tu libertad
es tu unica verdad

vuela alma mía
lo más alto que puedas
dejate llevar por el viento
siente las gotas de la lluvia

vuela mi alma
ama como nunca has amado
ten fe , pierde el miedo
vuela mi alma
vuela hasta que llegues a mi sonrisa.



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jueves, noviembre 27

El Sol

El sol no entra, con calienta
solo quema
El sol no ilumina
a mi habitación fria
y oscura

El sol no entra a mi soledad
ni dice toda la verdad
lo que ocultan
aquellos que en mi habitaban
el sol ya no calienta
se esconde entre las nubes

El sol se esconde, donde esta mi alma
que alli no llegan, no le acarician
ni si quiera con el aire
ni con la mirada de la luna
el sol no llega...hace tiempo que no llega...

lunes, noviembre 24

Me presento

No sé cuantos vamos hacer mañana, pero hoy tengo el orgullo de ser una más de vosotros.
Soy Raquel, Del Piano huérfano, que con vuestro apoyo, cariño y las oportunidad que me daís para expersarme. aún que he nacido en israel y no domino bien el español, confio, en vosotros, en vuestra alma generosa, que sepa entender mis sentimientos, mis reflexiones.

Confio en la union, confio en la tolerancia, tengo mucha fe en vosotros

un abrazo

Raquel Sultana - Piano (no tan ) huérfano.

sábado, noviembre 22


Te esperaré como cada tarde en el ocaso de las horas,
en las orillas blancas de algún verso;
sentada en el vuelo de los colores de una cometa.
En el reverso del camino aguardaré tu llegada…
allí…en el instante preciso de una mirada sorprendida.
(Seré por ti la Penélope de Serrat,
sentada en el andén de una estación de aire…
meneando el abanico).
Y hoy como tantos días te sigo esperando
en una noche recién inaugurada donde calla el silencio.
Mientras prendo los inciensos de la luna,
tú vendrás a mí incendiando mi cuerpo de estrellas.
Morirá la urgencia de las horas
y segundo a segundo irán cayendo los instantes
diluyéndose hasta el próximo cielo donde se rompen los sueños
y tal vez
–después de todo-
no seas tú al que espero….

miércoles, noviembre 19

Por qué

Por qué ser río que fluye,
pudiendo ser océano que contiene.

Por qué no ser Universo que nutre,
en lugar de planeta que sostiene.

Por qué amar a un solo ser,
pudiendo amar a todos los seres.

Por qué conformarse con un instante de felicidad,
pudiendo ser feliz para toda la eternidad.

sábado, noviembre 15

Metamorfosis


Un poema del poeta mexicano, Luis G. Urbina (1868-1934).


Era un cautivo beso enamorado,
de una mano de nieve que tenía,
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo mas el pobre preso
y escapó;mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.


martes, noviembre 11

El final del camino

¿Qué estarán poniendo en la televisión a esta hora?
¡Qué pregunta! Pues lo mismo de siempre, ¿qué si no?
Por más que cambio de canal, no encuentro nada que me distraiga lo más mínimo, o que me haga olvidar que no puedo hacer otra cosa más que estar aquí sentado, o más bien clavado, frente al maldito aparato, que ya empiezo a odiar con toda mi alma, a pesar de ser mi único y fiel acompañante en estas largas y largas jornadas de mi postrera vida.
De la cama al sillón, del sillón a la cama, pasando por el baño. Y vuelta a empezar. Despacito, no vaya a caerme, y con el bastón bien apretado en una mano, mientras la otra se apoya torpemente en cada mueble o pared que encuentro en mi camino; por si los mareos.
¿Y mañana?
¿Mañana? Ya olvidé el significado de esa palabra. Como el de tantas otras: esperanza, proyecto, meta, futuro. La espantosa rutina las borró para siempre de mi mente. ¿Qué sentido pueden tener cuando tan sólo queda pasado? Porque ya ni el presente es digno de tener en cuenta. Bueno, quizás descubra algún dolor o alguna molestia nuevos. Eso si sigo vivo, claro.
¿Pero quiero seguir vivo?
Pues claro, ¡qué clase de pregunta es esa! Todo el mundo quiere vivir...
O no... No lo sé. ¿Para qué?
¿Cómo que para qué? Mis hijos vienen de vez en cuando a verme y me preguntan cómo estoy...
¡Qué cómo estoy! Siempre les contesto lo mismo: bien. ¿Cómo voy a estar?
(Muriéndome).
Pero ya llevo setenta y cuatro años sobre este mundo; ya es hora. Eso es lo que piensan todos: que ya es hora.
¿Y yo? ¿Qué pienso yo? Yo pienso que no; que no es hora. Si pudiera gritar lo diría a gritos. QUIERO VIVIR. Un día más, un año más. Quiero salir; pasear por mi jardín, por mi huerto, al que tantas horas le dediqué durante mi perra vida y que tan abandonado se encuentra tras mi retiro. Quiero coger el coche, conducir, ir de compras, al cine, leer un libro sin que me lloren los ojos a los cinco minutos. Quiero hacer lo que hace la gente viva.
¿Cuánto tiempo permaneceré así? ¿Días? ¿Meses? ¿Años?
No, años no.
Claro que aún podía ser peor. Podría estar postrado en la cama sin poderme levantar...
Todo se andará.
Yo era de los que pensaban que todo tiene un principio y un final, que la muerte nos llega a todos y nada podemos hacer, sólo resignarnos. Es ley de vida. Creía que con esta idea asumiría mi final con dignidad y valentía cuando éste se presentase.
Pero eso era antes, cuando ese final se presumía lejano.
Ahora maldigo esta despreciable vida, que nos pone por delante toda la inocencia y la alegría de la niñez, nos hace gozar de los más bellos placeres de la despreocupada juventud, nos da serenidad y armonía durante nuestra responsable madurez... y nos lo arrebata todo, sin avisar, el día que más feliz eres por todo lo que has conseguido; condenándonos a una eterna agonía sin fin, sin propósito alguno, más que el de ver como se van agotando poco a poco la energía, la vitalidad, las ganas,... la ilusión.
No hay derecho. Siempre había pensado que una vida sin ilusión no merecía la pena ser vivida, que era ésta la que nos mantenía siempre alerta y activos. Pero, ¿y ahora? ¿Qué pienso ahora? No lo sé.
¿Pero cómo podía ser si no?
Tampoco lo sé. Yo no dicto las normas. Sólo las sufro.
Se supone que este es el momento de hacer recuento de lo que ha sido mi vida, del bien o del mal que he hecho a los demás, de cómo me he portado con mis hijos, con mi mujer, de la huella que he dejado en este miserable mundo (si es que he dejado alguna)... Pero es que no me apetece hacerlo. ¿Para qué? Ya no puedo remediar nada de lo que hice; lo hecho, hecho está.
¿De qué me arrepiento o de qué me siento orgulloso? ¡Y yo qué sé! ¡Acaso he podido elegir!
Todo el mundo piensa que es fácil responder a estas preguntas una vez que se ve el final del camino, pero todos se equivocan; no lo es. Me gustaría poder gritarlo al mundo entero. ¡NO LO ES!
Claro que ya se darán cuenta. Todos pasaran por este calvario.
Bueno, no todos. Algunos tendrán la fortuna de irse de este mundo tal y como llegaron, sin enterarse, sin necesidad de pasar por esta lenta angustia a la que nos vemos avocados algunos más desafortunados.
Muchos dicen que debería sentirme dichoso por haber alcanzado esta edad, haber tenido una vida placentera y holgada, una familia unida y feliz... ¿Qué sabrán ellos?
¡Pues no, no me siento dichoso! Muy al contrario, me siento la persona más desgraciada de la tierra. Quiero vivir, pero al mismo tiempo quiero morir.
¡No, no quiero morir!; voy a morir. ¿Quién se puede sentir dichoso viendo venir el final de los días?
Otros dirán: “Al menos tiene la cabeza en su sitio; debería de dar gracias”. ¡Serán hijos de...! “La cabeza en su sitio”, vaya consuelo. Y encima quieren que dé gracias y todo.
Pero tengo que ser generoso y amable con todos y decirles que tienen razón. ¿Para qué mortificarles con mis penas y amarguras? Seguramente dirían que son achaques de viejo. Pensarían que estoy entrando en un estado depresivo debido a mi debilidad. Al final terminarían deseándome una pronta muerte y se engañarían diciendo: “Es lo mejor que le podría suceder”.
Ignorantes.
No. Tengo que mantenerme firme; aparentar placidez y bienestar, para que al menos se sientan a gusto a mi lado y no terminen rehuyéndome. Hablar de política, del colegio de los niños, de la comida de Navidad, de lo que subirán las pensiones para el año que entra...
¡Qué me importarán a mí las pensiones ni el colegio de los niños!
Creo que estoy siendo demasiado cruel conmigo mismo; debería de relajarme un poco e intentar vivir lo poco que me quede de vida con la mayor integridad posible...
¡A la mierda la integridad! Tengo derecho a ser cruel conmigo mismo. Es más, quiero serlo. A estas alturas de la vida nadie me puede prohibir que me sienta conmigo como me de la gana. Bastante me he obligado ya a lo largo de tantos años a sentirme como se suponía que tenía que sentirme para que todos estuvieran contentos a mi lado. Que si los niños, mi mujer, los clientes, los socios, los empleados, los proveedores, las amistades, los yernos y las nueras...
Tanto esfuerzo para qué. Para acabar plantado delante de un decepcionante aparato electrónico que no hace más que recordarme lo inútil que soy y todo lo que me estoy perdiendo y me voy a perder ahí fuera.
Y todavía hay quien opina que la vejez da libertad.
Iluso.
Claro que yo también llegué a pensarlo cuando me jubilé y pude dedicarme a lo que me diese la gana. Estuvo bien mientras duró. Pero una libertad tan exigua no debería ni existir. ¿Qué clase de Dios es ese que te hace creer que tienes todo el tiempo del mundo para disfrutar de lo que te has ganado con tanto esfuerzo y sacrificio para poco después arrebatártelo por completo dejándote en la más humillante de las miserias?
No. Definitivamente yo no quiero esa libertad. Prefiero mil veces el forzado trabajo en el campo o el estrés de los negocios antes que esta mierda de libertad.
Bueno, al menos sí que soy libre para poner el canal de televisión que quiera. Por cierto, creo que ya va a empezar la corrida de toros; si no recuerdo mal hoy toreaba Morantes. Promete ser una gran corrida; creo que me lo pasaré bien.
Dedicado a mi padre y a todos aquellos ancianos que, como él, sufren en silencio la soledad y la amargura del final del camino.

viernes, noviembre 7

Asonancias


De Salvador Díaz Mirón (1853-1928), poeta mexicano:


Asonancias

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de los estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.

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